martes, 5 de febrero de 2008

El voto positivo

AGORA

En su discurso de aceptación de su candidatura, Guillermo Moreno tuvo el tino de no presentarse como un simple candidato de esos postulantes, sino como una referencia política y personal que se propone recoger el generalizado sentimiento de repulsa al presente estado de cosas en nuestro país.
César Pérez


Guillermo Moreno ha sido seleccionado como el candidato presidencial para las próximas elecciones en la boleta de un grupo de izquierda, el MIUCA, con el apoyo de varios grupos de esa corriente política.

Sin embargo, en su discurso de aceptación de su candidatura tuvo el tino de no presentarse como un simple candidato de esos postulantes, sino como una referencia política y personal que se propone recoger el generalizado sentimiento de repulsa al presente estado de cosas en nuestro país.

Su llamado a quienes condenan la presente degradación política, económica y moral porque atraviesa esta sociedad, muy bien descrita en su discurso, lo sintetiza en una suerte de feliz consigna: ejercer el voto positivo, para de ese modo crear una dinámica de rechazo a la inútil, tramposa y arbitraria generalización de la tenencia al ejercicio del voto negativo, el voto contra el “otro”, o por el “menos malo”.

Tendencia esta, no solamente fruto de las malas opciones del sistema, sino de nuestra incapacidad de crear una que sea alternativa a estas.

El éxito a corto, mediano y largo plazo del proceso que de manera simbólica se inició en el acto de formalización legal de esa candidatura, descansa en la capacidad que tenga Guillermo Moreno de ser sistemático en el desarrollo de la idea de que, esencialmente, él y quienes lo postulan aspiran recoger un sentimiento de condena al actual estado de cosas. Un sentimiento que logre convertirse en un movimiento de carácter político con reales posibilidades de cambiar la presente situación política y social que vive el país.

En tal sentido, si la candidatura de Moreno es concebida sólo como la candidatura de las organizaciones izquierda o para la unidad de éstas, se estaría ante otra muestra más de miopía o voluntarismo político infecundo, no importan las buenas intenciones y los esfuerzos que se hagan para impulsarla.

En el impulso de esta candidatura, por lo tanto, debe producirse la unidad de las más diversas experiencias, vivencias, culturas e interés por un cambio radical de nuestro presente político.

Generalmente, hablar de izquierda en cualquier país es referirse a las organizaciones y experiencia de estas.

Tiene un efecto toponímico o de referencia a un lugar, que este caso es lo que ha sido nuestra izquierda: muy generosa, pero electoralmente ineficaz.

Una candidatura presidencial para proceso comicial del 2008 que se limite al lenguaje, práctica y cultura política de esa componente, no pasará de ser un simple dato que se registrará en nuestra historia electoral. Así de simple.

En tal sentido, para que esa candidatura trascienda estos comicios y se convierta en la referencia que pueda crear una nueva mayoría, los grupos de izquierda que la sostienen deben entender que la misma no puede ser patrimonio ni instrumento de ella, sino que esta es su gran oportunidad para trascender, crecer y ¿por que no?, superarse o negarse dialécticamente.

Afortunadamente, sectores de esa corriente así lo entienden, mostrando con ello un significativo nivel político.

Pero, igualmente, tendría trascendencia si quienes simpatizan por esa candidatura, sin nunca haber militado en organizaciones de izquierda y que quizás sean la mayoría, la asumen como una opción plural de cambio que realmente puede ser viable como el inicio de la tendencia y posibilidad de ejercer el derecho al voto de manera afirmativa.

Construir una nueva mayoría no puede descansar en la sola voluntad de un individuo, ni en una única concepción del mundo, sino en la articulación de las más diversas voluntades y visiones, unidas por la condena a un estado de cosa signado por la degeneración y perversión no sólo de la política, sino de las actividades económicas y sociales, que nos sitúan en un omiso casi último lugar en la lista de los países más corrompidos del mundo.

Crear las condiciones para un voto realmente positivo que inicie la construcción de una nueva mayoría, sin instrumentalismo infecundo y arbitrario, con la idea de que la institucionalización del país, el establecimiento de reglas de juego que impidan la corrupción en el ejercicio de la política, la real descentralización del poder, en esencia, constituye un paso de insospechada trascendencia para la instauración de una sociedad inclusiva y realmente democrática.

No hay comentarios.: